El trabajo ha creado al
propio hombre, gracias a sus necesidades es que el ser primitivo fue
evolucionando y transformando sus órganos como fuente de vida para así poder
sobrevivir.
El primer órgano que el
hombre desarrolló fue la mano: “La mano
no sólo es el órgano de trabajo; es también el producto de él”[1]
(Engels, 1876). Ésta fue adquiriendo más destreza y habilidad a lo largo
del tiempo. Gracias a sus manos, el hombre fue adquiriendo una posición más
erecta.
Así como el hombre necesitó
de sus manos para sobrevivir, tuvo también la necesidad de comunicarse con sus
demás ancestros, por ello desarrolló la laringe: “La laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero
firmemente, mediante modulaciones que producían a su vez modulaciones más
perfectas”[2]
(Engles, 1876), a medida en que se fueron desarrollando estos órganos, el
cerebro se iba transformando y se desarrollaban también los órganos de los
sentidos, mediante los cuales ellos iban adquiriendo los conocimientos y las
experiencias.
El hombre ha evolucionado a
través de las distintas necesidades que le han surgido, desarrollando así
distintos órganos, los cuales le han ayudado a sobrevivir a lo largo del
tiempo. Éste, adquirió sus conocimientos
a través de las experiencias, llegando así a conocer lo que era y no bueno.
NOTA: 4.8
[1]
Engels, F. (1876), El papel del trabajo
en la transformación del mono en hombre. Recuperado el 21de agosto de 2013
en: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/1876trab.htm
[2] Engels,
F. (1876), El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre. Recuperado el 21de agosto de 2013 en: http://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/1876trab.htm